We may not have it all together, but together we have it all

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Esencia Argentina

Fue tanto el tiempo que pasamos juntos. Al principio, era todo una nueva experiencia, una vida nueva. Aprendí a quererte y a valorarte. Juntos formamos una vida entera. Cada uno de nuestros recuerdos estaba día a día con nosotros, y a la vez, creábamos nuevos. Me acostumbré a esa vivencia de a dos, dónde uno necesitaba del otro para poder comenzar y acabar su día.
Trabajos separados nos daban un respiro, para poder estar un poco más solos, y tener la posibilidad reflexionar. Pero cuando llegaba la noche, nos juntábamos entusiasmados a compartir hechos sobresalientes del día pero más que nada, a querernos, a pasarla bien.
Pero te fuiste, te fuiste dejándome sin instrucciones. Mi vida estaba acomodada a vos. Estaba perfectamente estructurada a una pareja. Te fuiste de un día para el otro, sin darme ningún indicio o ayuda. Pasó todo muy rápido. Aún recuerdo mi desesperación al ver que no contestabas mis llamadas, ni las de tu madre o padre. No pudiste despedirte. Ese edificio te arrebató la vida sin previo aviso. No comprendo cómo pasó aún, no puedo procesarlo. Me fui de mi país para no recordarte. Los olores, la comida, las películas, los autos, las casas, los restaurantes, la gente, tus amigos, mis amigos, tu familia, mi familia, todo me hace acordar a esa vida.
Ahora, ahora cambié. Estoy en España, fingiendo la felicidad, porque tengo todo lo que quiero. Tengo parte de mi familia, muchos nuevos amigos, hasta un trabajo con un buen sueldo. Pero algo me falta, vos me faltas. Me falta compartir todas las mañanas un mate con un alfajor, comer dulce de leche del pote todas las noches mirando nuestra serie Argentina favorita, escuchar música cada vez que nos estresaran los sonidos del colectivo, bocinazos de taxis o gritos de chicos saliendo del colegio. También, me faltan los chistes internos entre compañeros de trabajo, salir a comer al mediodía y llamarte diciéndote que te extrañaba pero que nunca me escucharas por los ruidos de la calle. Los lugares que nunca voy a olvidar, nuestras primeras salidas, lo asombrados que estuvimos al recorrer lugares como La Boca; las avenidas libertador o cabildo llenas de gente y autos a toda hora, esa sensación que teníamos de no dar abasto. La gente que tiene buena onda, y también la que no. Las grandes puteadas argentinas, el idioma castellano, como ninguno. Acá hablan todos muy diferente. Comen otra comida, salen a otros lugares, son más ordenados, con menos basura y menos contacto social. Supongo, una mejor calidad de vida, pero no me importa, Argentina tiene lo suyo, tiene eso que me encanta. La gente, por más mala onda que sea, te da cierta sensación de estar en casa, en tú país. Acá constantemente me siento como cada extranjero que viene, con un vacío debido a la soledad que te hacen sentir. Allá no estaba sola, te tenía a vos y a toda mi vida. Acá no tengo nada que pueda llamar mío.
Extraño que seas mi lugar de escape, donde podía encerrarme en una burbuja de aire y olvidarme todos los problemas. Además de todo eso que extraño, tengo la rara sensación de extrañar algo que odié hace mucho tiempo. Extraño el olor a Buenos Aires.
Si tan solo pudiera volver, si yo misma me dejara, volvería y me pararía en una esquina de la avenida libertador, respiraría y me quedaría observando los múltiples quilombos argentinos, porque allí, en cada una de las cosas que extraño, está mi esencia.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Realmente increible y conmovedor relato